30 junio 2009

Adolfo y Vicente,dos vidas paralelas

Hace unos días recordábamos a Adolfo en el aniversario de su fallecimiento. También hace unos días falleció Vicente Ferrer archiconocido por su obra humanitaria en la India. Ambos fallecieron lejos del país que les vio nacer, amados por la labor que realizaron en el país de adopción.
No puedo menos de recordar el paralelismo de ambas vidas, de ambos ejemplos. Desde su primera juventud, ambos abrazaron la religión católica y ambos predicaron con el ejemplo que es el auténtico sentido de la religión.
Vicente se marchó a predicar a la India; Adolfo a Venezuela. Transcurrido un tiempo ambos formaron nueva familia en sendos países permaneciendo definitivamente en su segunda y amada patria. Cada cual, aunque de forma distinta, dedicó todo su saber, todo su esfuerzo en favor de los desheredados.
Vicente ayudando a los campesinos, Adolfo a través de la prensa impartiendo cátedra, escribiendo libros, participando en distintos foros culturales, siempre poniendo su voz crítica al servicio de los que no la tienen, al servicio de los más débiles.
Ambos pertenecieron a esa especie de seres humanos con destino predeterminado, y ya nada haría cambiar su trayectoria.
Adolfo, en su primera juventud, ya hizo escuchar su voz critica cuando se le presentó la ocasión. Corrían los años sesenta y en Madrid aprovechó la tribuna correspondiente, y ante un aforo compuesto de militares de alto rango, aristócratas y la burguesía acomodada a la dictadura, pronunció unas palabras que sentaron muy mal: ”No crean ustedes -les dijo-que el hecho de ofrecer un billete de mil pesetas (era mucho dinero entonces) como limosna en el cestillo cuando acuden a misa tienen saldado con ello su deber como cristianos. Ser un buen cristiano es algo más :es ayudar a los pobres, es denunciar las injusticias, es …” -
El mensaje estaba claro y sentó tan mal a la audiencia que pusieron en marcha todos los recursos para acallar tanta ”osadía”. Eran tiempos en que la dictadura convivía armoniosamente con la Iglesia. Un familiar con amistades en la policía le dijo a Adolfo: “No te dejes ver que van a por ti, permanece un tiempo al margen de todo esto” ; a lo que Adolfo respondió:
“Tengo la conciencia tranquila, no necesitaré abogado para defenderme ante los tribunales, tendré la ocasión de argumentar una vez más lo que dije que no es más que una reflexión sobre tanta injusticia, aunque incomode a quien no quiere oírla.”
Adolfo junto con otros jóvenes y amigos como Paxi Andión (cantautor) no desaprovechaban la ocasión para remover conciencias y enfrentarse a la falta de libertades reivindicando el derecho a opinar, entre otras cosas.
Después, durante sus vacaciones, aunque su formación estaba encaminada a la docencia, a plasmar sus reflexiones en libros etc, se enroló, sin embargo, en una fábrica, en Barcelona, para conocer de primera mano el mundo del proletariado y compartir las penas y las alegrías con ellos, enfundándose su mono de trabajo y sudando como ellos la gota gorda. Adolfo siempre predicó con el ejemplo, y su trayectoria no cambió un ápice.
Su segunda etapa ya en Venezuela, en Caracas, prosiguió con su obra, impartiendo cátedra en la universidad, escribiendo libros, incluidos algunos de docencia, participando con sus artículos en la prensa, colaborando con A.V.M. en una época prolífica, y asumiendo de la forma más serena el sufrimiento al que tuvo que enfrentarse con la pérdida de seres queridos en los últimos años.
He oído a Vicente Ferrer decir que él era el hombre más humilde del mundo, y que nada le hubiera gustado más que permanecer en el anonimato, pero su obra lo impidió.
Adolfo también quiso permanecer en el anonimato y creo que lo consiguió.
Los comentaristas en la radio y tertulias coinciden en que Vicente Ferrer ha sido un santo, y que hemos tenido la suerte de conocerlo en vida, y no necesita que la Iglesia lo canonice ya que el pueblo lo ha reconocido como tal. Adolfo, ya lo he expresado en otra ocasión, tengo para mi fuero interno que por su obra, compromiso y por su carácter donde la ira nunca tuvo cabida en su ser, y solo el amor y la paz fueron sus compañeros de viaje, ha sido por tanto también un santo.
Yo que no creo en la condición pacífica del ser humano (pues la Historia se ha escrito con sangre) admito, sin embargo que, personas como Adolfo y Vicente, por su compromiso con los que no tuvieron voz, se han empeñado en demostrar lo contrario, y han sido, sin duda, un oasis en medio de la voracidad del desierto asfixiante ávido de moribundos, pero oasis al fin y al cabo.
Eso debieron pensar ellos.
Félix.

22 junio 2009

Viajando con mi primo Adolfo
















Hoy hace un año, querido Adolfo, que emprendiste ese viaje, demasiado temprano, el que inevitablemente, más pronto o más tarde, también emprenderemos los que por aquí andamos. Ya sé que no te gustaba hablar de fechas para recordar estas cosas que, como tú bien decías, no es necesario cuando el recuerdo viaja con uno a diario. Pero inevitablemente este día veintidós de junio, lo llevo presente por todo el dolor que supuso y que el paso del tiempo va atenuando aunque los sentimientos permanecen intactos. Precisamente tenía entre mis manos uno de tus libros para seguir viajando juntos a través de la lectura. Me detuve en el santoral del veintidós de junio de este libro tan ameno en el que relatas la vida del santo de cada día del año: “el día de mi santo”. Y en esa página dedicada al veintidós de junio, fecha de la que no puedo desprenderme ya, escribías con este título: “Paulino, el inventor de las campanas (22 de junio)”
“Cuando aquellos campesinos de Campania comenzaron a escuchar el sonido del bronce, comprendieron que algo raro estaba ocurriendo. ¿De donde viene ese sonido? Quién se atreve a profanar el silencio natural de la campiña con aquel estruendo? ¿A quién llama ese tan, tan, tan?
_Dicen que viene de por los lados de donde el cura Paulino construyó la iglesia de San Félix. Efectivamente desde aquellos lados provenía el sonido.Por eso, como ese sonido sonaba a llamada, hacia el lugar se encaminaron. Y sí, cuando preguntaron a Paulino la razón, él les mostró la campana, volvió a hacerla sonar, y les dijo:
¿Verdad que suena a llamada?
No podían negarlo, ellos estaban allí respondiendo al sonido, luego el tal sonido era sonido de llamada.
Se llamará campana. ¿Por qué campana? Porque estamos en Campania Porque ha nacido aquí…
…Quienes hemos nacido y crecido bajo la identidad del sonido de las campanas pueblerinas no terminamos de aprender a vivir sin su son…”
Así es, querido Adolfo. En este día, más que nunca, ese sonido llegará hasta el Cielo donde la paz reina ya contigo y oirás todas las campanas: las de nuestro querido pueblo, todas las campanas pueblerinas y todas las campanas de tu “Castilla en Alma,” y de Venezuela.
Ya no estamos juntos y sin embargo seguimos unidos, viajando, porque nuestro viaje es perenne, porque la vida antes y después es viaje.
He fotografiado muchas espadañas pensando en ti, muchas campanas de esas iglesias humildes de las aldeas castellanas, campanas que siguen, como bien dices, llamando a bautizo, comunión, boda, sepelio o cualquier manifestación de fiesta popular; son los sonidos de nuestra infancia, son parte de nuestro viaje. Temprano comenzaste tú a viajar: con diez años ya te separaste de la familia para comenzar tus estudios lejos de casa, cuatro años más tarde seguí tus pasos y compartimos colegio aunque solo por un año, después ya formado no cesaste de viajar y en Venezuela formaste nueva familia, y amistades, y ya los viajes eran de ida y vuelta entre dos continentes
¿.Qué tal por allá? Te preguntábamos siempre a tu regreso. Recuerdo con todo el detalle aquel viaje que me contaste mientras tomábamos un refresco y yo te escuchaba embelesado porque se trataba de una expedición en la selva, ignoro con qué misión. El caso es que permaneciste allí un tiempo. Calzabas unas botas hasta las rodillas par evitar la mordedura de las serpientes mientras avanzabais en aquel intricado universo. Descubrí que allí todo era gigante a la medida de la selva y del continente:ranas camaleones, arañas, todo gigante, inofensivas a pesar de su tamaño.Vivo aquella escena cuando llegada la noche te retiraste a descansar en tu choza y alguien llamó a la puerta. Adelante, digiste, pero no entraba y tu repetias;adelante, adelante quien sea. Pero nadie entraba. Saliste para ver por qué seguía llamando sin entrar y cuando abriste la puerta te encañonó con su metralleta; pura precaución. Quiero saber si puedo pasar la noche aquí con usted, preguntó. Cómo no, adelante, está en su casa. Yo me hubiera muerto de miedo pero tú permaneciste sereno.Ignoro si conversasteis mucho o poco pero imagino la conversación ya que se trataba de un guerrillero fiel seguidor del Che Guevara y los dos perseguíais un mismo objetivo: luchar entre otras cosas, contra las injusticias sociales con la diferencia que tú lo hacías pacíficamente, con la palabra, a través de la radio, de la prensa escrita y él a través de la violencia, sabedor que en cualquier recodo del camino podía acecharle la muerte. Cuando amaneció y despertaste ya se había marchado. Hoy pienso que tu postura, aunque pacifica, no estaba exenta de peligro, como la del guerrillero, pues a quienes la verdad molesta se tornan más peligrosos que las propias serpientes que sorteaste en la selva, como bien sabemos. Y entre viaje y viaje fueron pasando los años.
La última vez que regresaste de Venezuela prometí no dejar pasar la ocasión de hacer el recorrido en barco en el río Duero en nuestras Arribes de Aldedávila. Nos dimos cita en casa de tu familia en Villarino. Entramos en un bar para tomar algo antes de emprender el viaje. No había nadie en el bar pues era la hora de la siesta y hacia mucho calor.Yo tomé un descafeinado y tu un café solo, y después otro, mientras hacíamos un recorrido en el tiempo, desde nuestra infancia con abuelo Ángel, pasando por tu experiencia venezolana; el encuentro con Mario Vargas Llosa elogiando tu libro” Los pecados sobre la mesa” y muchos proyectos que nos prometimos realizar. Durante el trayecto hacia el embarcarcadero, a nuestro paso por Pereña, avistamos la espadaña de la de la iglesia que se erguía a nuestra derecha solitaria colgada en el horizonte. Detrás de la silueta de la espadaña, por debajo de ésta,a lo lejos ,se dibujaba una franja horizontal que correspondía al cauce del Duero, transformada en penumbra por la luz semi horizontal creando una estampa de tonos grises y plateados de una belleza sublime. Mira que maravilla ,te exclamaste. Estas vistas son únicas, por allá no se ven estos horizontes. Yo,mientras conducía, de reojo disfrutaba como tú. Llegamos al embarcadero y ya en las profundidades del río comenzamos el recorrido. Te ofrecí mi gorra para protegerte del sol. Estoy acostumbrado a estas temperaturas por allá, mientras aceptabas y yo me calaba el sombrero de paja. El enorme ventilador situado en la proa atenuaba la sensación de calor. El guía nos informaba sobre los orígenes del río, de la composición geológica que nos circundaba, la toponimia y las especies y costumbres de la avifauna, (buitres, cigüeña negra ,alimoches águilas..) Me acordé entonces de tu relato del águila perdiguera, y se me olvidó decirte que las perdices han evolucionado y alternan el llano con las profundidades de la escarpada ladera para protegerse. Fueron dos horas de pleno disfrute hundidos a seiscientos metros entre las paredes graníticas del cañón en el cauce del majestuoso Duero; río que recuerdas en tu relato sobre el Duero, es también andaluz y vasco como Machado y Unamuno que le dieron vida. No quise que se escapara la tarde sin completar el periplo con un recorrido por los caminos de nuestra infancia en La Zarza. Por los nuevos caminos llegamos a nuestro rio Uces para visitar el puente Robledo. Sorprendimos a una pareja de enamorados, venidos de un pueblo cercano, junto al puente ,para disfrutar de la paz que ofrecía el lugar y la tarde serena. Nos saludamos y proseguimos hasta el centro del cauce para hacer unas fotos.Bajo el puente, el agua se deslizaba cantarina a pequeños chorros sorteando las piedras en un último suspiro antes de que el estío agotara el escaso caudal. Te situaste entre unas piedras que el agua surcaba bajo tus pies para fotografiar el puente. Te di la mano para evitar una caída entre las piedras.Nuestras manos se entrelazaron apretadas con toda la fuerza hasta salir del paso resbaladizo.No era un simple apretón de manos. Era algo más. Sentí que tu mano me transmitía ese calor afectivo que acunó nuestra infancia, cuando el contacto físico era propio de esa época y la seña de identidad familiar, afecto que supo transmitirnos abuelo Ángel. Todas esas vibraciones acumuladas en la infancia resurgieron en el apretón de manos a la vez breve y eterno, rompiendo tantos años de separación física que el destino nos impuso. Al lado del camino nos sorprendió un pasadizo en forma de arco que servia de paso, de una finca a otra, probablemente a los cerdos. Tomaste unas fotos al igual que a otra pared que se empinaba sobre una peña imitando la cresta de un gallo. Descubriste también los restos del muro de la antigua iglesia cercana al puente Robledo cuyos vestigios ignorabas. Con todo almacenado en tu mente y tu cámara de fotos regresamos a Villarino con el sol escondiéndose tras el horizonte. Habiamos disfrutado de una tarde áurea, densa, feliz con la sensación de haber concentrado todo nuestro pasado en una tarde que parecía no tener fin.
Dejábamos atrás el puente de Masueco camino de Pereña. La carretera se empina allí con numerosas curvas peligrosas, pues en un despiste puedes despeñarte por el barranco hasta el fondo del río, de modo que todos mis sentidos iban bien centrados en la carretera. Me vi sorprendido en una curva sin visibilidad por un auto que circulaba por el centro bastante rápido. Me ceñí cuanto pude a la cuneta para evitar el choque, pues en estos casos hasta hoy he tenido buenos reflejos y no poca suerte. El tipo dio un bandazo y evitamos el choque frontal. El enfado se adueñó de mi sin control maldiciendo al joven suicida que en menos de un segundo pudo truncar una tarde feliz y acabar con nuestras vidas. Por un momento reflexioné sobre la fragilidad de nuestra existencia,cuando un loco se te cruza en el camino y todo puede acabar de forma tan estúpida.
Proseguimos el viaje comentando anécdotas sobre abuelo Ángel: Cuando regresé un año de vacaciones del colegio,me dijo abuelo: Adolfo, hazme esta cuenta de multiplicar. Se la hice y con ella fue a ver al contable de la obra de la carretera con el que discrepaba sobre el resultado. El contable le dijo :”está mal hecha,señor Ángel” No lo creo porque la ha revisado mi nieto que lleva cinco años de estudios y de esto sabe. Ese nieto suyo no tiene ni idea, dijo con tono despectivo. Volvió abuelo a pedirme lo mismo,y visiblemente contrariado por el menosprecio hacia mi ,añadió: ¡y no te equivoques, Adolfo! El resultado volvió a ser idéntico. ¿Estás seguro? Estoy seguro, abuelo. Tomó el papel y se dirigió al bar donde estaba el contable tomando unos vinos.Abuelo entró,se fue hacia el contable, lo cogió por la solapa, y sin mediar palabra le pegó unos guantazos añadiendo: ”y ahora aprende a respetar a mi nieto.”
Nos reímos un largo rato.Por fin tu sonrisa se despertó tras más de un año de ausencia, resplandeció de nuevo la luz en ti. Fue entonces cuando yo me sentí plenamente feliz, pues desde el fallecimiento de Selene, tu hija, en la flor de su juventud, la tristeza fue tu compañera de viaje y luchaste lo indecible para recuperar el estado de ánimo.
En el habitáculo del coche, disfrutábamos plenamente de lo que seria una de las tardes más felices para mi al tenerte a mi lado, sonriendo por fin.
Llegamos a casa y nos bajamos del coche para despedirnos. Sube a casa para que degustes unos perrunillas de las que hace mi hermana Vicenta en la panadería. Te lo agradezco, Adolfo, ya las he degustado, y abuelo estaría orgulloso de ver perpetuarse la tradición. Ya ves que la noche se echa encima y no me gusta conducir en la oscuridad por esta carretera tan peligrosa. Recordaba aún lo que pudo ocurrirnos hacía un momento.
Al despedirnos nos fundimos en un fuerte abrazo, largo, emotivo, como si algo nos dijese que iba a ser el último. Sentí entonces el aroma relajante que sigo sintiendo, como si el tiempo no hubiera pasado; aroma que súbitamente me trasladaba a nuestra infancia, como si de repente algo se hubiera despertado en la memoria olfativa y como en una película iba saltando de época en época, de momento en momento, cuarenta, cincuenta años atrás iban desfilando en fracción de segundos. Reconocí al final el aroma predominante en tu cuerpo, ese aroma tan nuestro, el que compartimos en la infancia, ese aroma del abuelo Ángel y de tu padre porque es el aroma nuestro;es el aroma del pan recién cocido,y de los mantecados y perrunillas tan ricas que cocía en el horno abuela, y abuelo,
y tu padre, y el mío; ese es el aroma que llevamos dentro, aroma que lo mismo alimenta el alma que el cuerpo. Asi fue nuestro último abrazo; dorado como el pan recién cocido, como el atardecer que nos cubría, abrazo profundo, largo, eterno para seguir viajando juntos ,querido Adolfo, al son de las campanas que abraza el viento. Félix

15 junio 2009

Recordando a mi primo Adolfo




















LA VERDE ESPERANZA VERDE.

“La primavera explota de madura en un ramo de cerezas, en una amapola que es el fuego floreciente para calentar a los trigales, en una cigüeña machacando el ajo o enseñando a aletear al cigüeño.Las crías de la cigüeña son hijas de campanario porque por encima del campanario solamente el cielo azul y el remontarse en vuelo los pájaros…”
Adolfo Carreto.

De nuevo disfruté de un fin de semana, el del Corpus, en La Zarza, bajo un calor de justicia aunque aún sea primavera, esa primavera que tan magistralmente nos dejó relatada nuestro querido Adolfo. Primavera que sigue tal cual con los cigüeños aleteando para aprender, a no mucho tardar, a ser libres. Tuve la ocasión de visitar a la cigüeña hacia la una de la madrugada. En la oscuridad de la noche y en el silencio absoluto se oía un murmullo de los cigüeños, un refunfuñar no sé por qué. No se les veía desde abajo. Probablemente bien acurrucados en el exiguo espacio de que disponen debido a los obstáculos ya comentados, se empujaban uno al otro y el murmullo, lenguaje que interpreto, debía decir uno al otro: ”échate para allá que no me dejas sitio”
La madre vigilante les regañó y se calmaron. Se acomodaron como pudieron, sin embargo ella, como buena madre, se colocó, erguida al borde del nido para dejarle el poco espacio para ellos. Al ver un intruso que merodeaba bajo la torre a esas horas de la noche se puso un tanto molesta, estiró y el pescuezo en señal de alerta. Comprendí su preocupación, le hice dos fotos y la dejé tranquila para que siguiera velando por sus polluelos, que compartían esa especie de soluciones habitacionales a nuestra escala algo así como lo que proponía una ministra, creo, y que equivale para la cigüeña vivir como un matrimonio con dos hijos en veinte metros cuadrados. En aquel intercambio que tuvieron en mi presencia, seguro que la cigüeña para que se calmaran les dijo: ” tranquilos que el año que viene agrandaremos la vivienda, esto ha sido algo provisional ya que no había tiempo para más y lo primero era que nacierais vosotros.
Y el milagro se hizo una primavera más. Félix.