29 diciembre 2010

El día después de Navidad.

Lavandera blanca,perenne todo el año,compañera generosa.

La Zarza. Las diez de la mañana del 26 de diciembre de 2010. Sol, brisa suave; dos bajo cero, campo, naturaleza entre muerta y viva, avefrías haciendo su invierno, sanantona(lavandera blanca )y yo en medio del campo, todo mío, los ojos para disfrutar y el olfato para grabar en el recuerdo las sensaciones irrepetibles porque así son los aromas de mi pueblo ;distintos según sea mañana, tarde o noche.
Caminaba hacia Valdemayas, junto a la carretera del Salto desgastada y solitaria, dejando aflorar los rollos(cuarcita) que hace más de cincuenta años esparcieron los obreros de mi pueblo y otros, como quien siembra la mies porque ese era su pan.
Cercana a la carretera, una pequeña charca helada como toda el agua estancada.
De repente, una sanantona (lavandera blanca) como decíamos los chavales, se posó a unos diez metros de mí, realizó unas sesiones rápidas de patinaje artístico para mí. Apenas me dio tiempo a sacar la cámara y solo pude sacarle una foto antes de emprender el vuelo.
Lámina de carámbano que paulatinamente se quebaría con el sol.
Le agradecí el detalle y seguí caminando. El carámbano estaba presente en los vados. La noche con su gélida temperatura había tejido en el carámbano unos motivos arabescos dignos de cualquier artista.
Seguí mi caminar. Se respiraba el aroma fresco de la hojarasca de roble, del musgo que se despojaba del hielo y se calentaba al sol según su
Regato manso,compañero de adolescencia.
orientación, El agua corría mansa por el regato y las hierbas fenecidas hermanadas con las nuevas verdeantes desprendían un aroma suave que junto al musgo, a la hojarasca, a la corteza de los robles y a las escobas circundantes conferían un aroma denso, fresco; hasta el hielo evaporándose añadía su perfume escurridizo. La brisa lo abrazaba todo en el silencio solo roto por el suave murmullo del agua y el piar de alguna avefría saltarina que picoteaba en la tierra y alzaba el vuelo en una mañana plena de serenidad, en una mañana que se iba desperezando con el sol que iniciaba de nuevo el recorrido hasta alcanzar día a día el solsticio de verano.
Día a día la naturaleza labra su camino, y esta mañana del 26 de diciembre me uní a ese caminar
, solitario, aunque no tanto, por el ancho campo de mi pueblo. Félix

23 diciembre 2010

Mi postal navideña.


A todos/as los que habeis visitado esta página tan bien amueblada por Manolo,a lo largo del año,
os deseo unas felices fiestas navideñas.Y que el año venidero nos permita seguir disfrutando de ella y de este rincon bloguero.
Quisiera terminar con una dedicatoria escrita por mi primo Adolfo en uno de sus primeros libros allá por los años 70 y que me parece apropiada para cada momento,sobre todo en este:

"A todas las personas de buena voluntad y de sincero
respeto hacia los necesitados ".


¡Feliz año 2011! Félix.

18 diciembre 2010

Llega la Navidad


“En el portal de Belén hay estrellas sol y luna” dice el villancico popular.
En el ayuntamiento de Madrid hay estrellas, luceros, galaxias y, lo que es peor, agujeros negros.
Es la Navidad, y al anochecer miles, cientos de miles de luces (cuatro millones y medio este año) iluminan las calles y plazas.
Es un espectáculo que nos invita a disfrutar con tantas figuras, diferentes en cada zona, que contribuyen a crear un ambiente de paz que nos reconforta en nuestro ajetrear cotidiano.
Probablemente en nuestro transitar, nuestra mirada se quede con la imagen bucólica y no menos artificial del cielo que cubre nuestros cabezas que no es azul, tampoco negro; es un cielo multicolor de ensueño; es el estallido de la primavera cromática y fría que llega siempre a destiempo por la Navidad.
Luz calida o fría, según se mire. Calida probablemente en los corazones pero fría por la temperatura invernal y por más cosas .En todo caso, es la luz que cada año anuncia la Navidad y con ella vemos las cosas de distinto color.
Es la luz de la esperanza, de la ilusión, del cariño, del amor, a menudo aparcado durante el resto del año que se reactiva y aflora cada noche.
Y ya inevitablemente al anochecer, las luminarias nos envuelven en su magia encantadora. Los escaparates nos envían también los destellos que surgen de infinidad de figuras adornadas para atraparnos en ese goce visual. Luz de la esperanza que lo ilumina todo o casi todo. Porque esas hileras celestes no llegan a todos los rincones. Probablemente seria demasiado costoso, o quizás simplemente no interesa que iluminen los agujeros negros de esa constelación en la noche madrileña. Agujeros negros del ayuntamiento porque todo lo rige y administra él. Los agujeros negros son suyos y del conjunto de nuestros administradores. En su gestión gasta millones de euros para engalanar el cielo, sin escatimar recursos económicos pagando diseñadores de prestigio que perciben minutas millonarias. El ayuntamiento es pues generoso con su dinero, aunque proceda de nuestros bolsillos y lo administre según sus deseos que no siempre coinciden con los nuestros. De este modo las luces no llegan, no iluminan allí donde a mi me gustaría que lo hicieran. Y no llegan y no iluminan esos pasadizos y otros rincones donde se puede observar un bulto que resulta ser una persona arrebujada en una manta o bajo unos cartones. Esos bultos, a veces solitarios, a veces en grupo, están diseminados por centenares en los lugares oscuros, y a veces no tanto, donde no llegan las luces porque para esos bultos la Navidad simplemente no existe. Esos son los agujeros negros del cosmos donde gravitan los desheredados.
Navidad, luces, neones, torbellino de colores en la noche cálida para unos, terriblemente gélida para aquellos donde las luces del alcalde no llegan, o no han querido llegar. Y esos agujeros negros seguirán su dinámica como cada año. Algunos de sus habitantes se marcharán para siempre a otra vida mejor en otra galaxia más acogedora, tal vez, sin saber que ha llegado la Navidad. El Niño Jesús nacerá como cada año para traernos el mensaje de amor, de paz, de esperanza. A los cuatro vientos se difundirá el mensaje de “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.
A mí me gustaría que esa buena voluntad se tradujera en la erradicación de esos agujeros negros de la galaxia madrileña en este caso, poniendo el mismo empeño pecuniario que con las luminarias; esas luminarias que nos deslumbran impidiendo que veamos eso: los agujeros negros donde palpitan corazones olvidados.
Cuando la luz de la esperanza llegue por fin a esos rincones, solo entonces se habrá cumplido el precepto navideño de PAZ, AMOR, FRATERNIDAD. Solo entonces cobrarán su auténtico sentido estas palabras mágicas.
Félix.